Inglaterra, por su parte, sí lució su austera camisola blanca, con el clásico escudo de tres leones (emblema de Ricardo Corazón de León) y la once rosas rojiblancas de los Tudor. España se lo puso a Italia más difícil que sus otros rivales en aquel Mundial; forzaron un partido de desempate con ocho en el terreno de juego (los otros tres estaban casi mutilados de tantas entradas recibidas).