Paradojas de la vida, cuando me disponía a dar el primer bocado, sentada en una mesa al fondo del local, mi móvil empezó a sonar y el nombre de mi cuñado apareció en la pantalla. Me puse la falda que David había arrebatado a una chica en Zara y la conjunté con una camiseta negra y las Converse del mismo color. —Pues… —Cogió aire y me pasó una taza, de las antiguas, con filigranas doradas en el borde y en el dibujo de flores—. Cogí aire. Me presioné las sienes y me hice un ovillo. —quise saber. Había pasado media noche despierta, pensando en si sería Idoia quien le escribía a las tres de la mañana con tanta insistencia y resistiéndome a levantarme para averiguarlo. Lo estábamos pasando bien y, aunque hice amago de marcharme un par de veces, a los que tenían que madrugar al día siguiente parecía no importarles dormir poco aquella noche.
Quizá deberías plantearte la posibilidad de retrasar esto un poco. Era como si el aire se disolviera al llegar al pecho y mis pulmones necesitaran siempre un poco más. Estoy…, me falta el aire. Levanté la cabeza en busca de aire. Le miré a él y luego a la pantalla del móvil. El móvil vibró al encenderse y tras poner el pin vibró varias veces más. La vida pasa, a veces para bien y a veces para mal. El pie se desliza dentro del zapato y no está bien apoyado. Se usará en la celebración del Día de las Fuerzas Armadas de otro país. Todo viene con fecha de caducidad hoy en día y nosotros no éramos una excepción. Candela y mi madre se habían lanzado de lleno a una discusión pasivo agresiva en voz moderada pero contundente. —pidió a mis hermanas y a mi madre. —Sonrió—. Venga, Margot…, diste una conferencia en Los Ángeles delante de mil personas y en otro idioma.
La puerta se abrió y mi hermana Patricia apareció con una sonrisa. No puedo permitirme que… —Filippo, chandal españa mundial 2021 2022 no ayudas —me defendió mi hermana Candela. —le pregunté a Candela mientras esperábamos a que las dos chicas que teníamos delante entregaran algún documento que acreditara que eran mayores de edad. —intenté bromear. —No. Quería darte las gracias. —No. No. Solo quería verte. —No puedo —gemí. —Vas a tener que poder, amore. Sí. Dijo que si no parábamos terminaríamos enamorándonos y que sería un desastre. Sí quería volver corriendo al refugio de lo conocido y probablemente también estaba cegada por el pedigrí de Filippo. Decir sí, sí, sí y firmar en un papel. —Hay unas doscientas personas de la embajada y del…, cómo se dice…, del gobierno italiano. Sargento: Tres galones dorados de 10 milímetros de anchura, con ribetes verdes de 1 milímetro, paralelos y unidos al del centro. Sargentos alumnos de tercer curso: Tres galones con ribetes, paralelos y unidos al del centro.
Vigilamos la puerta del baño mientras el otro hacía pis y nos comimos unos bocadillos, en los que igual metimos tzatziki, fiambre de pavo que patatas fritas. Supongo que se fue pensando en volver por la puerta grande, ¿ —propuso Patricia, que estaba apoyada en el armario, muy seria, con los brazos cruzados—. —¿Hay algo que quieras decirme? —¿Y cuál es el problema? —¿Y si no puedo? —Es una tontería. —Estaba empezando a ponerse nervioso —. Nosotros tuvimos la suerte de encontrarnos en un mundo en el que hay millones de personas y esto es una tontería. No, mejor…, una tontería de la que nos reiremos con nuestros nietos. Hay más de quinientas personas apiñadas en una capilla, llenando los aledaños… —No es nada que no supiéramos —sentenció. —¿No cambiarías nada de lo que teníamos? —¿Y eso cómo lo sabéis? —Con la mala suerte que da eso. —le pregunté. —Pues para empezar, que el detective no era tan malo como creíamos.
—Pues yo tengo la sensación de haber envejecido por lo menos quince. —Es mucho. —Pues lo tendríamos que haber pensado antes. No entiendo que tú ahora… —Es mucha gente —repetí. Una tontería, Margot. —Es mucha gente. No dije nada. Margot me miró a los ojos. Entonces Margot se volvió hacia mí y me miró. Me levanté de la banqueta y di un par de pasos hacia la puerta, medio grogui. —Margot. —Filippo se volvió hacia mí de nuevo—. —Filippo —escuché decir a Candela—. —Son solo personas. No entiendo nada. Hay… cargos públicos. Personas importantes que me respetan. —Está claro que es un ataque de pánico y…, bueno, la entiendo. Si mediara la razón no sería pánico. —Dolcezza, necesito que me mires. Que no piensen que tienes prisa o estás desesperada. Teníamos mucha prisa porque Filippo se iba de viaje de trabajo a Barcelona y su tren salía en una hora.